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Punto de vista de Sasuke
Hacía mucho tiempo que no sentía tanta adrenalina en mi cuerpo. No creí que,
algún día, podría volver a sentirme de esta forma. Es como si una corriente
eléctrica me atravesara desde norte a sur recorriendo cada rincón de mi cuerpo,
impulsando sus piernas a moverse. ¿Por qué tanto escándalo? ¿Era real? Se sentía
como… miedo. ¿Esa era la palabra? ¿Miedo? Pero… ¿a qué? Lo único que deseaba era
encontrar a Naruto y que estuviese bien. Eso es. Temía a perderlo, pero… ¿por
qué? No era que se fuera a morir.
Después de tanto correr por toda Konoha, sólo me quedaba buscar en la carretera
que daba a la salida de la ciudad. Sabía que por ese sector estaba el puente y
había unas cuantas cabañas cercanas al bosque.
Si hubiese sabido lo que él sentía por mí, no me habría dejado llevar
por aquel estúpido capricho, porque eso era lo que había sido, un mero capricho
idiota de adolescente inmaduro. Me repugnaba la sola idea de volver a pensar en
lo que había pasado. No podía concebir cómo era que yo había caído en esa
estupidez con el idiota del director. En ese momento, le tenía tanto asco a ese
sujeto que no quería volver a verlo en la vida y hasta me daban ganas de
matarlo, pero… yo era el culpable que había permitido que eso pasara y por eso deseaba
darme una paliza a mí mismo por haber hecho sufrir a Naruto, porque sabía que
estaba sufriendo y era por mi maldita culpa.
¿Por qué demonios no me dijo lo que sentía por mí? Otra duda que tenía luego
de caer en cuentas era… ¿qué hacía mi hermano con la carta de Naruto? ¿De dónde
la sacó? Luego le preguntaría.
Ahí estaba. Pude ver su cabello rubio bajo un paraguas y mi cuerpo fue atacado
por una corriente eléctrica más fuerte que las anteriores. Me sentía tan
ansioso y nervioso. Quería llegar lo más rápido posible a él, pero me percaté
de algo que me hizo sentir un nudo en el estómago, y era que Naruto no estaba
solo. Gaara estaba con él y… ¿le estaba acariciando la mejilla?
— ¡Naruto! —grité su nombre para que se percatara de mi presencia.
Volteó a verme junto con el otro. Me acerqué muy pronto a ellos. Llovía
demasiado y yo estaba empapado desde los pies a la cabeza, pero ellos estaban
secos y muy tranquilos parados en medio de la carretera usando paraguas. Debía
admitir que me veía patético y me sentía un mal tercio. Naruto estaba bien y no
estaba solo. Alguien estaba con él. Posiblemente, Gaara había estado consolándolo.
No era idiota. Me daba cuenta de todo con facilidad menos de que yo le gustaba
al rubio. Qué idiota me sentía por eso.
—Naruto—volví a decir su nombre.
Él me estaba mirando con cara de que estaba viendo un fantasma y Gaara
tenía una cara de enfado que no evitó disimular, pero la mía no se quedaba
atrás. Quería que ese imbécil se apartara de Naruto. Quería empujarlo y que
dejara de tocar el rostro de mi rubio, pero no podía hacerlo, así que me quedé
quieto frente a ellos como un idiota bajo la lluvia.
—Sasuke…—dijo mi nombre casi en un susurro y pude notar que le había
dolido pronunciar mi nombre— ¿Qué haces aquí? —bajó su mirada. Odié que hiciese
eso.
—Estuve buscándote por todos lados. Quería saber…—fui interrumpido.
—No te hubieses molestado, Uchiha. Naruto estaba conmigo y ya vamos
camino a casa—me dijo Gaara, por lo que me fastidié como nunca en la vida por
haber sido interrumpido y por confirmar que él había estado con mi rubio.
—Cállate—no pude evitar pedirle que cerrara su maldita boca—Nadie te
preguntó nada y no te atrevas a volver a interrumpirme. Estoy hablando con
Naruto—le lancé una mirada de odio y me devolvió una llena de hostilidad con la
que pretendía asustarme. Qué imbécil era este sujeto.
—No se peleen—pidió Naruto con tristeza en sus ojos y me miró directo a
los míos—Gaara tiene razón. No debiste haberte molestado. Estoy bien—volvió a
bajar sus ojos—Estás todo mojado. Podrías enfermarte. Deberías volver a tu
casa—podría jurar que su voz quería quebrarse y estaba tratando
de evitarlo.
—No me interesa si llueve o el
maldito mundo se derrumba sobre mi cabeza. Necesito hablar contigo, Naruto—dije
sin saber cómo pude haber soltado eso frente a Gaara y con cierta desesperación
en mi pedido.
Pude ver cómo los ojos de mi
rubio se abrían más de lo normal por el asombro de oírme hablar así, pues nunca
me había oído desesperado, y mucho menos haciéndole una petición como esa.
—Es tarde, Uchiha. Piérdete—me
dijo y tomó la mano de Naruto.
En ese momento, podría jurar
que mis ojos habían sufrido un cambio y, si hubiésemos estado en esas películas
fantásticas o en un anime, se me hubiesen puesto de color rojo con alguna
habilidad que me permitiese fulminar a Gaara en ese instante, porque me sentía
tan furioso que lo único que quería era llevarlo a rastras hasta el puente y
lanzarlo al lago, pero mis ojos seguían igual de negros, aunque llenos de ira.
— ¡No te metas en esto! —le
grité y lo agarré de la camisa.
—Suéltame o te vas a arrepentir—me
dijo calmadamente sin sentir temor.
— ¡Basta! —nos gritó mi rubio.
Volteé a verlo y tenía los
ojos inundados de lágrimas que estaban a punto de salir. Vi el miedo en sus
ojos y eso me desesperó, angustió y me llenó aún más de enojo contra mí mismo.
Solté al imbécil.
—Naruto…—le dije acercándome a
él un poco.
Mi rubio hizo una acción que
me rompió el corazón: dar un paso hacia atrás para eliminar la cercanía que yo
intentaba crear.
—Sólo quiero que hablemos… No
te estoy pidiendo mucho—le supliqué sin romper mi seriedad, pero sabía que él había
visto en mis ojos la desesperación.
No sabía si le había conmovido
el hecho de verme empapado, con frío y suplicando o si, simplemente, él lo
deseaba, pero me respondió:
—Gaara y yo ya estamos metidos
en muchos problemas, así que debemos regresar pronto al orfanato o la abuela
Tsunade podría resultar perjudicada. Vuelve a casa y prometo que luego
hablaremos todo lo que tú quieras, Sasuke—me dijo mirándome a los ojos con una
seriedad que no había visto nunca y con sus ojos humedecidos.
No pude decir nada ante esa
imagen que me causó mucho dolor. Solamente asentí y me di la vuelta para
marcharme. Apretaba mis puños mientras me alejaba de allí. Sentía que, en
cualquier momento, podría romper en llanto como un niño, pero no quería
permitirme semejante cosa.
Volví a casa todo mojado con
mi peor cara de depresión. Me recargué en la puerta luego de cerrarla y un
charco se formó en el suelo alrededor de mis pies. Lentamente, fui bajando
hasta quedar sentado en el suelo y apoyé mi frente en mis rodillas. No deseaba
moverme de ahí.
—No fue bien el encuentro,
¿no? —oí la voz de mi hermano— O tal vez no lo encontraste, pero, a decir
verdad, por cómo regresaste y por la postura en la que estás diría que sí lo
encontraste, pero te mandó al Diablo—fruncí el ceño ante esas palabras.
No estaba para esas
estupideces en esos momentos. Sólo quería silencio, pero deseaba sacarme una
duda.
— ¿De dónde sacaste la carta
de Naruto? —le pregunté elevando el rostro para verlo recargado en la pared de
la sala de brazos cruzados.
—Deidara, el joven que está haciendo
las pasantías en la empresa, también es del orfanato de tu amigo. Supongo que
no se llevan bien—me respondió, pero me dejó con más dudas.
— ¿Él te dio a ti esa carta o
tú se la descubriste?
—Él me la dio.
— ¿Por qué?
—Supongo que intentaba hacer
alguna maldad, pero no obtuvo que yo te regañe o lo que sea que haya pretendido—me
respondió.
—Si es así de fastidioso y mal
intencionado, ¿por qué demonios lo tienes en tu empresa? —le pregunté con
enfado hacia el estúpido Deidara.
—Es un buen chico en el fondo
y tengo esperanzas de que madure. Tiene futuro en la empresa—me dijo
simplemente.
Hice un gesto de desagrado y
volví a apoyar la frente en mis rodillas.
— ¿Quieres contarme? —me
preguntó mostrando interés.
— ¿Desde cuándo nos contamos
las cosas? —le pregunté riendo levemente con amargura.
—Desde hoy. Realmente, quiero
saber—me respondió.
Estaba intentando ser buen
hermano mayor. Un poco pasado de tiempo, pero antes las cosas sí eran así. Habíamos
empezado con la distancia después de la muerte de nuestros padres. Antes no
estábamos mucho juntos, pero sí nos contábamos las cosas.
—Lo encontré—le dije
simplemente.
— ¿Y qué ocurrió?
—Estaba con…—fruncí el ceño
con asco—Gaara.
Itachi hizo silencio unos
insufribles segundos.
— ¿Algo raro? —me preguntó por
fin.
—Estaban los dos solos parados
en medio de la estúpida carretera a las afueras de Konoha, bajo sus paraguas, y
Gaara acariciaba la mejilla de Naruto. Parecía… una maldita película
romántica—solté con asco y rabia—Y yo fui ese idiota que siempre llega a
interrumpir antes del beso… Si es que no se lo habían dado ya—solté lo que
pensaba.
Itachi soltó una pequeña risa.
— ¿Qué es lo gracioso?
—pregunté molesto.
—Eres muy negativo—me
respondió— ¿Por qué crees que interrumpiste un beso o que se besaron? Después
de leer esa carta, sé que ese chico muere por ti y que no haría eso. Tú también
la leíste.
—Sí, pero no lo culparía si
decidiese quedarse con su mejor amigo del orfanato. Don perfecto se encargó de
consolarlo y… duermen en el mismo maldito cuarto—mi odio y mi rabia crecían
cada vez más deseando ir a secuestrar a Naruto para que no durmiese con Gaara
esa noche.
—Estás muy celoso, Sasuke—me
dijo Itachi—Ve a cambiarte. Hace frío y vas a enfermarte—se apartó de la
pared—Relájate.
—Naruto también me dijo eso.
Dijo que volviese a casa y que luego podríamos hablar—me puse de pie.
—Entonces, no te mandó al Demonio.
Sólo tienes que esperar para hablar con él y contarle lo que sientes—me dijo
antes de salir de la sala.
No lo pensé dos veces. Me fui
a la ducha directamente para calentar mi cuerpo con el agua caliente y, al
terminar, me vestí con mi ropa de estar en casa: una camiseta y unos pantalones
negros de pijama. Me tumbé en la cama ya repuesto del frío esperando no
enfermarme, porque no deseaba faltar a la escuela. No quería pasar un día más
sin mi rubio.
Tomé mi teléfono, pero decidí
no llamar, porque, seguramente, no me contestaría. Envié un mensaje de texto,
que lo vería sí o sí con o sin internet:
“Naruto, si llegaste al
orfanato, avísame. Estaré esperando tu respuesta… Sasuke”
Dejé mi teléfono sobre mi
pecho y puse mis manos detrás de mi cabeza. Cerré los ojos esperando la ansiada
vibración que activase mi corazón con la respuesta de mi chico, porque sí…
—“Es mío y haré lo que sea
para que esté a mi lado. No aguanto más esta estupidez y no me importa quién se
entere, quién se enoje o quién trate de impedirlo. Al que mueva un solo dedo
para oponerse simple y sencillamente lo fulmino”—pensé.
Fin del punto de vista de
Sasuke.
…
Narración en tercera persona.
Las llamas en la chimenea
iluminaban la oscura habitación. Afuera llovía y las cortinas negras impedían
que la poca luz del día entrara en aquella cabaña.
El chico rubio de ojos azules
estaba sentado sobre las piernas de su amante, que ya había pasado a ser su
novio hacía unos momentos. Estaba vestido solamente con su bata negra con nubes
rojas, la cual estaba abierta hasta la mitad de su pecho y caída por su hombro
derecho, dejando ver mucha piel. Por lo demás, estaba desnudo bajo esa prenda.
Besaba los labios de Sasori
con desesperación y el otro lo tenía sujetado con fuerza por la cintura
apretándolo cada vez más contra su cuerpo. No tenía escapatoria, pero tampoco
la buscaba.
El corazón de Deidara latía
tan rápido que le era imposible controlarlo. Separó sus labios de los del pelirrojo
para poder tomar aire. Su respiración era agitada, igual que la de su amado
novio, que lo miraba a los ojos con amor y deseo sintiendo que estaba frente a
la imagen más bella que jamás había visto antes: el rubio respirando agitado,
con su pecho y su hombro al descubierto, su rostro completamente sonrojado y
con una expresión avergonzada que nunca le había visto.
Sasori acarició el rostro de
su rubio para después depositar un beso sobre su clavícula, lo cual hizo
estremecer a Deidara. Sasori pudo notarlo. Notó su vergüenza y su
estremecimiento, lo cual hizo que se riese levemente.
—No es la primera vez que te
toco y te beso, pero actúas como si nadie jamás hubiese puesto sus manos encima
de tu cuerpo—dijo olfateando el aroma de su piel por la zona de su pecho
desnudo y bajando sus manos hacia los muslos desnudos de su rubio para
acariciarlos.
Deidara se sonrojó aún más por
lo que había dicho Sasori y por el acto de sus manos.
—N-No es lo mismo ahora—le
respondió frunciendo el ceño—Ahora todo se siente diferente. No me tocas como
antes.
—Siempre te he tocado de la
misma manera—mordió la piel de su pecho—Sólo que hasta ahora notas el amor que
le pongo a lo que te hago—le regaló una sonrisa.
Deidara depositó un dulce beso
en los labios de su pelirrojo, haciendo que Sasori no pudiese resistirse a
morder el labio inferior de su chico, haciendo que éste se deshiciera de amor
mientras ponía las manos sobre los hombros de su pelirrojo.
Sasori separó sus labios para
comenzar a repartir besos por aquel delicado cuello que tanto ansiaba degustar
y en el que tanto ansiaba dejar sus marcas, pero no debía. Si alguien viera
esas marcas, harían preguntas y podría meter en problemas a su querido novio.
Solamente se limitó a morder levemente aquella piel tan suave, haciendo que
Deidara soltara los gemidos más hermosos del mundo.
El rubio enterró sus dedos en
el cabello de su amado mientras que no podía evitar sentirse en una fantasía
demasiado hermosa. Todo era tan lento, tan suave y tan adictivo al mismo tiempo
que no deseaba que se terminase nunca. Sabía que ese día no sería como los
demás, porque, esta vez, podía notar los verdaderos sentimientos que había
detrás de todo aquello.
De todas formas, recordaba que
Sasori jamás había sido brusco ni meramente sexual en sus múltiples encuentros.
Siempre había sido muy gentil y muy delicado con su máscara de chico frío,
violento y amenazante.
El pelirrojo deslizaba su
lengua desde la barbilla de su amado rubio pasando por su cuello hasta llegar a
su pecho, donde dejó un camino de besos húmedos y suaves mordidas, arrancándole
gemidos cada vez más intensos a Deidara.
Llevó sus manos al cuello de
la bata, que estaba ya por debajo de los hombros de su rubio, y comenzó a
bajarla cada vez más hasta que Deidara sacó sus manos de las mangas, haciendo
que su torso quedara completamente desnudo. Entonces, comenzó a acariciar la
espalda de su amado chico desde la parte trasera de sus hombros deslizando
suave y lentamente las yemas de sus dedos hasta llegar a su cintura.
—Tu piel es tan suave y
adictiva…—soltó en un suspiro el pelirrojo.
—Tú eres tan delicado que me
siento muy frágil en tus manos—confesó Deidara mirando a esos ojos café ceniza
que tanto amaba.
—Es que siento que, si te toco
con algo de fuerza, por más mínima que sea… te romperé—le dijo mientras
acariciaba su brazo derecho hasta llegas a su mano, la cual tomó y acercó a su
boca para besarla con dulzura.
—Sasori…—susurró su nombre y
se puso aún más rojo—Vamos a la cama—le pidió casi en súplica.
El pelirrojo asintió. Entonces,
Deidara se hizo a un lado para ponerse ambos de pie, pero, cuando Sasori estuvo
de pie, tomó por sorpresa a su amado rubio cargándolo en sus brazos como si
fuese una princesa.
—Oye, puedo caminar—le dijo
sonriendo felizmente su rubio.
—Lo sé, pero no quiero que te
pase nada malo de camino a la cama—le respondió depositándolo delicadamente
sobre la cama.
La imagen del rubio medio
desnudo, sonrojado y avergonzado sobre las sábanas blancas despertaba algo
dentro de Sasori que le era imposible controlar, pero tampoco estaba por la
labor de mantener el control.
Bajó el cierre de esa bata
hasta abajo y la retiró del cuerpo de Deidara, dejándolo completamente desnudo.
Se posicionó sobre él y el rubio no tardó mucho en llevar sus manos hacia la
camiseta que traía puesta su amado pelirrojo comenzando a levantarla, develando
ese vientre bien trabajado que tan loco lo volvía.
—Eres increíblemente
perfecto—mencionó Deidara mordiéndose el labio inferior sin privarse de
acariciar esos cuadrados en el proceso de quitarle la camiseta.
—Y todo es tuyo—le dijo levantando
los brazos para hacerle más fácil la tarea.
Una vez que le quitó la
camiseta, no pudo evitar llevársela a su rostro para olfatearla.
—Me la quedaré. Ahora es
mía—dijo el rubio sonrojándose mucho más.
Sasori sonrió levemente ante
ese comentario, tomó su propia camiseta y la arrojó hacia cualquier parte.
—Luego la recoges y te la
quedas, pero ahora déjame darte algo que también te llevarás contigo—le dijo
acercando sus labios a los del rubio para después besarlo.
Deidara no quería perder más
tiempo y se dedicó a desabrochar el pantalón de su novio mientras recibía
caricias en su pecho, en su vientre y en sus brazos de parte del pelirrojo.
Estaba totalmente embriagado de amor y deseo por su aroma, sus besos, sus caricias
y sus miradas.
Una vez que aquel molesto
pantalón estuvo desabrochado, comenzó a bajárselo hasta que Sasori lo ayudó a
sacárselo completamente. Deseó hacer lo mismo con sus bóxer, pero el pelirrojo
detuvo sus manos cuando el rubio tomó el elástico de estos. Llevó las manos de
Deidara a su pecho y éste no dudó en acariciárselo intensamente.
La boca de Sasori abandonó la
de su amado rubio para comenzar a degustar su cuello nuevamente. Deseaba
intensamente oír los gemidos de su dulce rubio mientras se quitaba él mismo los
bóxer. Ante esa acción, Deidara enredó sus piernas en las caderas del pelirrojo
deseando aún más mientras llevaba las manos a su espalda y comenzaba a
acariciarla intensamente demostrando todo su deseo.
—Ya…—le susurró en el oído a
Sasori.
—Espera un momento—le
respondió mordiendo su mejilla, a lo que Deidara soltó un gemido ansioso.
Sin separarse demasiado, el
pelirrojo extendió su mano hacia el único cajón de la mesita de noche que
estaba pegada a la cama y sacó un bote de vaselina que ya estaba por la mitad,
pero solamente lo dejó sobre la mesa de noche y comenzó a bajar a besos por el
cuello de su hermoso rubio pasando por el pecho, donde se detuvo a llenar toda
la zona de cálidos, dulces y húmedos besos. Continuó su recorrido por su
vientre, donde mordió cada trozo de la piel de esa zona mientras escuchaba la
melodía más hermosa: los gemidos de Deidara. Finalmente, se detuvo en la parte
más baja de su vientre y volvió a subir.
Tomó el bote de vaselina, lo
destapó y tomó un poco de aquella sustancia con dos dedos. Volvió a tapar el
bote, lo dejó sobre la mesa de noche y depositó un dulce beso sobre los labios
de su hermoso rubio.
—Quiero ser tuyo, Sasori—le
dijo muy sonrojado luego de aquel corto beso.
—Y lo serás… para siempre—respondió
mordiendo el labio inferior de Deidara.
Llevó esos dos dedos a la
entrada de su chico. Comenzó a untar la vaselina lenta y delicadamente mientras
besaba sus labios nuevamente con todo su amor, su deseo y sus ganas de
comérselo por completo.
Comenzó a meter delicadamente
un dedo en su interior, haciendo que la espalda de su rubio se arqueara por la
intromisión, pero pegó su pecho al de Deidara para que lo sintiera y en ningún
momento separó sus labios. Entonces, introdujo un segundo dedo y comenzó a
mover ambos con lentitud, delicadeza y amabilidad.
Estuvo así unos minutos hasta
que Deidara movió sus caderas como pidiendo más que lo que estaba recibiendo,
así que Sasori retiró los dedos lentamente para después comenzar a introducirse
en el Paraíso con sumo cuidado de no perturbar demasiado la paz de aquel cálido
y reconfortante lugar.
Las uñas de Deidara se
clavaron en la espalda de Sasori, dejando surcos en ella, mientras sentía cómo
su interior era invadido con algo un poco más grande que aquellos dos dedos que
había tenido primero. Aunque dolía un poco, pronto se transformó en algo que disfrutaba
increíblemente.
El pecho del pelirrojo estaba
completamente pegado al del rubio, al igual que sus vientres, los cuales se acariciaban
mutuamente por el movimiento que hacía Sasori de arriba hacia abajo, tan lento
y suave que hacía enloquecer a Deidara por ansiar aún más que eso, aunque ya
estaba muriendo de placer.
Arañaba la espalda de su amado
pelirrojo, quien separó sus labios para poder escuchar sus placenteros gemidos
en su oído, los cuales no se hicieron esperar y resonaban por toda la
habitación.
Deidara estaba bien agarrado
de su novio, tenía las piernas rodeando sus caderas y apretándolas para que
fuese más profundo en su ser, lo cual lo hacía delirar, y apretaba su torso
contra él para sentir su cálida piel sobre la suya. Aún más cuando su miembro
era estimulado por el vientre de Sasori, pues estaban muy pegados.
Se sentía tan diferente esa
vez. Sus corazones latían muy rápido y no podían evitar sentirse tan enamorados
el uno del otro.
—Aaah… Sasori… —oyó su nombre
en un gemido y no pudo evitar subir la intensidad de sus envestidas.
Se sentía en las nubes estando
al lado de su querido rubio.
Deidara sintió que su novio
había llegado aún más profundo y que iba un poco más rápido, lo que hizo que
clavara un poco más sus uñas en la espalda de su pelirrojo.
—Auch—le dijo en el oído
riendo levemente, pero sí había sentido algo de dolor por eso.
—Aaah… Lo siento… —le dijo
pasando a acariciar la zona afectada con delicadeza—Es… tu culpa de todas
formas, así que… ¡Aaah! Justo ahí…—se mordió el labio inferior al sentir que
Sasori se clavó en él con más intensidad encontrando su punto dulce.
—Aquí está…—dijo subiendo la
intensidad de sus movimientos.
Sentir varias intensas
envestidas en su punto dulce y la estimulación en su miembro solamente hicieron
que la hora de llegar a su límite se acercara rápidamente. Cuando eso ocurrió,
no pudo evitar soltar un entrecortado grito agudo que intentaba impedir que
saliese de su garganta y mordió el hombro de su novio.
Sasori disfrutó muchísimo de
esa fuerte mordida, además de que el ardor en su espalda por los arañazos de
Deidara le causaba cierto placer. Dicho ardor y sentir que, de pronto, las
paredes del rubio se apretaron con fuerza alrededor de su miembro hicieron que
no pudiese soportar lo inevitable, acabando por llenar el interior de su chico.
Quedó sobre Deidara unos
segundos más para después salir de dentro de él y tumbarse a su lado con la
respiración agitada. El rubio se acurrucó en su pecho y se quedó allí
acariciando el vientre bien trabajado de su pelirrojo.
—Sí se sintió diferente—mencionó
Deidara.
—Sí—respondió Sasori
habiéndose sentido en la gloria y que aún no regresaba de ella.
Envolvió a su rubio entre sus
brazos después de cubrir sus cuerpos con una sábana.
—Tengo que llevarte de nuevo
al orfanato. No debemos tardar más de la cuenta—dijo el pelirrojo acariciando
la espalda de su rubio.
—Me quiero quedar aquí contigo
todo el día—se negaba a la idea de separarse de él.
—No se puede—le respondió
apartándose de él cuidadosamente.
Tomó su ropa interior, sus
pantalones y se fue al armario a tomar una camisa, pues la camiseta que llevaba
ese día Deidara se la había confiscado. Levantó dicha camiseta del suelo y la
arrojó a la cama. Se vistió frente al rubio que estaba sentado en la cama, el
cual había tomado esa camiseta y la estaba olfateando.
—Eres un aguafiestas—le dijo
molesto el rubio.
—No quiero que te metas en
problemas. Además, me dijiste que dos chicos del orfanato no aparecían. Que
haya tres que no aparezcan suena a más problemas—le respondió—Vístete.
—Oblígame—lo desafió dibujando
una sonrisa traviesa en su rostro.
Sasori soltó una risa breve,
se subió a la cama y gateó hasta quedar frente al rostro del rubio, al cual le
dio un pequeño beso en los labios.
—Vístete—volvió a decirle
antes de separarse e ir por las llaves de su auto, que estaban sobre la mesa de
noche.
Deidara suspiró resignado. Se
levantó de la cama, recogió su ropa y se vistió. Tomó su mochila y dentro
guardó la camiseta negra de su novio y la caja con los bombones.
Ambos se fueron en el auto del
pelirrojo, el cual lo dejó a diez metros del orfanato. La lluvia había cesado
ya.
— ¿Te veré mañana? —preguntó
Deidara cuando el auto se detuvo.
—Sí, pero luego del horario de
clase. Ya no quiero que te saltes tus lecciones—lo miró con seriedad.
— ¿Entonces, mañana iré a casa
de un amigo? —le sonrió travieso a Sasori y luego depositó un beso en sus
labios.
—Sí, un amigo que te invitará
a una cita oficial donde habrá un paseo por el parque, un café caliente y tal
vez flores—le respondió.
Deidara se sonrojó mucho por
eso.
— ¿Será una cita súper cursi y
romántica de esas que se supone que dijiste una vez que te daban asco? —le
preguntó riendo nervioso.
—Hoy te traje bombones de
chocolate. Creo que no me dan asco contigo… ¿A ti no te gusta la idea? ¿Qué
crees que deberíamos evitar? ¿La caminata por el parque, el café o las flores?
—le preguntó mirando directo a sus ojos, haciendo que Deidara se mordiese el
labio inferior.
—La verdad… no quiero que
evitemos nada de eso. En especial, te quiero tener a ti—respondió y, al oír eso,
Sasori besó sus labios delicadamente.
—Bien, entonces… mañana paso
por ti después de la escuela—le dio un último beso a Deidara antes de que éste
bajase del auto.
—Te estaré esperando—le dijo
ya fuera del automóvil antes de cerrar la puerta.
—Te amo—le dijo Sasori.
—Y yo a ti—le sonrió
cálidamente y comenzó a caminar en dirección al orfanato.
Sasori no movió su auto de ese
lugar hasta que vio que su amado rubio entraba sano y salvo al orfanato. Luego
de eso, se dispuso a irse de regreso a su casa.
…
Punto de vista de Naruto.
Llegamos a la puerta del
orfanato. Tenía mucho miedo de lo que podría pasar cuando se abriese esa
puerta, aunque fuera obvio que Shizune y la abuela Tsunade me regañarían bien
feo por lo que había hecho, además de ganarme un buen castigo en la escuela de
parte de… ese hombre al que, en mi corazón, había llegado a detestar y que me
repugnaba.
Gaara tocó el timbre,
esperamos unos segundos y la puerta se abrió, dejándonos ver la cara
desfigurada por el enojo de la abuela Tsunade.
— ¡¿CÓMO DEMONIOS SE LES
OCURRE DESAPA…?! —sorpresivamente, la voz de Gaara la detuvo.
—Por favor, Tsunade. Ahora no
es el momento para eso. Tengo que explicarle una cosa muy importante que tiene
que saber inmediatamente—le dijo y sentí miedo por lo que él pensaba contarle.
—Gaara…—susurré su nombre—Por
favor, no…—lo miré con suplica.
—Naruto, ella debe saberlo. No
voy a callarme—sonó firme y supe que no podía hacerlo cambiar de parecer, así
que bajé la mirada.
— ¿Qué es lo que está pasando?
—sonó sumamente preocupada, enfadada y casi en desesperación.
—Entremos—dijo Gaara y ella
nos abrió paso.
Al estar adentro, nos
dirigimos a nuestro cuarto, donde estaba Sai sentado en su cama. Lo ignoré y me
senté en la mía.
—Hola, chicos. ¿Dónde se
habían metido? —nos preguntó con curiosidad, lo que me fastidió.
Decidí no responder nada,
porque no me sentía para nada bien después de haber visto a Sasuke. Gaara
tampoco le respondió.
—Por cierto, te traje tu
mochila. Me atreví a revisarla para ver si allí habías dejado tu teléfono y sí,
ahí estaba. Con razón no respondías las llamadas. Además, estaba en silencio—me
explicó y me importó muy poco lo que me había dicho.
—Sai—lo nombró Gaara.
—Dime.
— ¿Podrías retirarte un
momento? Necesitamos estar a solas con la directora—le pidió amablemente.
—Sai, por favor, retírate—le
ordenó amablemente la abuela Tsunade.
—Claro—respondió y salió del
cuarto sin problema.
—Ahora sí. Díganme qué pasa.
Soy toda oídos—nos dijo para luego sentarse en la cama de Sai—Y más vale que
tengan una explicación razonable para lo que hicieron o me veré en la
obligación de imponerles un castigo muy fuerte—sonó severa.
—Abuela Tsunade…—la nombré y
me miró. Bajé la vista—Yo no quería causarte problemas. Es sólo que yo no
me…—fui interrumpido bruscamente.
—Naruto trató de quitarse la
vida lanzándose del puente que está en las afueras de Konoha. Por suerte,
llegué justo a tiempo y me lancé al agua para salvarlo. Tuve que hacerle RCP para
que reaccionara, porque estaba inconsciente—soltó como una bomba que hizo que
la abuela Tsunade abriera los ojos tan grande que nunca la había visto así.
Yo estaba en shock tanto como
ella por lo directo que había sido Gaara. La respiración de la abuela Tsunade
se aceleró al punto de que parecía que iba a darle un ataque de asma, aunque no
era asmática.
—Abuela…—la nombré sintiéndome
asustado por su reacción.
Ella no decía nada. Se llevó
una mano a su pecho y trataba de relajar su respiración. Parecía que iba a
desmayarse.
—Abuela…—me puse sumamente
triste y quería romper en llanto.
No pude evitar acercarme y
ponerme de rodillas frente a ella buscando su mirada como un niño desesperado.
—Naruto…—me nombró controlando
su respiración y vi cómo sus ojos se llenaron de lágrimas— ¿Qué es lo que te
sucedió… para que intentaras eso? ¿Por qué lo hiciste? —me preguntó llena de
dolor y sin entender lo que ocurría.
—No es fácil de explicar, pero
no es algo que importe ahora… Ya estoy bien—trataba de calmarla.
No podía decirle lo que me
había pasado.
—Tienes que contármelo todo…
Tenemos que llevarte al hospital para asegurarnos de que estés bien—me dijo
llevando una mano a mi mejilla para acariciarla.
Sentí el calor de su mano y,
como pocas veces, sentí algo similar a lo que cualquier chico sentía al ser
acariciado por su madre y no pude evitar comenzar a llorar.
—No hace falta, abuela
Tsunade. Yo estoy bien. Gaara me salvó y se aseguró de que yo estuviese bien—le
dije y sentí cómo sus brazos me rodearon el cuerpo.
Ella se había bajado de la
cama y estaba de rodillas como yo, abrazándome y pegándome contra su cuerpo. No
pudo evitar sollozar en mi oído mientras enterraba los dedos de su mano en mis
cabellos y su otra mano acariciaba mi espalda. Se sentía tan bien que no
deseaba separarme de ella. Era una de las pocas personas que me hacían sentir
que tenía una familia.
—Mi niño…—me susurró en el
oído—Prométeme que no volverás a hacer una estupidez como esa…—me suplicó.
No desear verla sufrir era
razón suficiente como para no desear hacer eso de nuevo.
—Te lo prometo, abuela
Tsunade. No lo volveré a hacer… Perdóname—le dije rodeando su cuello con mis
brazos.
Ella se separó de mí y sentí
un vacío, pero su sonrisa me volvió a llenar. Se puso de pie, limpió sus
lágrimas y me miró a los ojos.
—No tienes que disculparte. Tal
vez sea yo quien deba hacerlo, porque siento que he fallado y es por eso por lo
que esto ocurrió. Lo lamento, Naruto—me dijo mientras veía cómo yo me ponía de
pie.
—No digas eso, abuela. No es
por eso… Tú haces un excelente trabajo con nosotros. Yo fui el tonto—le dije
bajando la cabeza.
—Naruto, ¿me prometes que
después me contarás qué sucedió? Yo necesito saberlo. No puedo quedarme en lo
que hiciste y no exigirte que me cuentes, ¿sí? —me pidió con desesperación.
—Sí—le respondí sabiendo que
debía contarle aunque fuera la mitad de lo que había ocurrido.
—Gaara—pasó a mirarlo—Bien
hecho. Gracias por haber impedido una tragedia. Eres un gran chico y estoy
orgullosa de ti—se acercó a él y besó su frente de forma maternal.
Gaara se sonrojó un poco,
porque me imaginaba que jamás había recibido ese trato maternal que tanto le había
hecho falta en la vida. Pude ver cómo una sonrisa se dibujaba en su rostro y se
quedó sin palabras, porque no dijo nada ante eso.
La abuela Tsunade salió de
nuestro cuarto.
…
Fin del punto de vista de
Naruto.
…
Narración en tercera persona.
…
Antes de que Tsunade saliese del
cuarto de los chicos, Sai aún seguía allí, al lado de la puerta, oyendo todo lo
que hablaban. Estaba sumamente sorprendido, pero no era el único. A Deidara le
había causado curiosidad ver a Sai fuera de su propio cuarto y muy cerca de la
puerta, así que lo acompañó a oír toda la conversación y una sonrisa divertida
se le dibujó en el rostro.
Antes de que saliese Tsunade,
Deidara se había retirado con nueva información en sus manos y Sai fingió que
recién llegaba al pasillo de las habitaciones. Vio a Tsunade salir del cuarto
con los ojos húmedos y enrojecidos.
Notas de autor: ¡Hola! Después
de unos… cuatro días más o menos sin actualizar. Dios mío… No se preocupen. Volveré
a actualizar cada dos días o cada 24 horas, como al principio.
Díganme qué les pareció cada
parte de este capítulo. Necesito saber si les va gustando la historia, si
desean que agregue algo. La única forma que tengo de saber qué les pareció es que
me digan con detalles qué les pareció cada parte de cada capítulo es su
comentario. Por eso les insisto siempre en que me dejen sus comentarios.
Yo amo leerlos a cada uno de
los que me comentan y siempre espero ansiosa a que me dejen sus opiniones. No
cuesta nada, porfis.
No olvides seguir la historia
si te súper gusta para que el sitio te avise cuando suba nuevo capítulo.
¡Nos vemos en el siguiente!
¡Pásala bien! ¡DATTEBAYO!